CUENTO: "Cruzando el puente" por Delfina González.

 


  Cuando Miguel Antonio observó a aquellos niños, pensó en lo absurdo de ver tantos mocosos jugando dentro del colectivo. El griterío taladraba su cabeza, aumentando el cansancio y malestar. Su conflicto interno por tratar de conectar con un padre estructurado y exigente, lo hacia vivir en un constante estrés. Crecer junto a un hombre tan opresivo, llevó a Miguel a no poder experimentar lo que significaba ser un niño. ¡Ah...los partidos de futbol los domingos! ¡Jugar a las escondidas con Natalia! ¡La merienda mirando He-Man! El viejo aparecía y todo ese placer se esfumaba.

Casi cruzando el puente de la ruta seis, oyó muy de cerca las risas irritantes de los pibes. El colectivo dio un violento giro de casi 180°, lanzando a Miguel entre los niños. Al intentar ponerse de pie, uno de los chicos, un morocho de ojos oscuros y risos acaracolados, lo tomó de la mano, invitándolo a participar de sus travesuras. Miguel se sintió encantado de que lo tuvieran en cuenta y se sumó gustoso. Era una delicia unirse a ellos para abrir y cerrar las ventanillas, y arrojar magníficos bollos de papel que rodaban por la ruta, perdiéndose entre los autos. Llegando a su destino, Miguel bajó del colectivo, al verse por el espejo retrovisor, se vio a sí mismo. No tendría mas de ocho años, pero igual se reconoció. 

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