LITERATURA: La educación de la mujer en Orgullo y Prejuicio de Jane Austen y Las sombras de Longbourn de Jo Baker.

 



La educación en el siglo XVIII era un asunto que se centraba principalmente en los hombres, los cuales en gran parte eran preparados para encargarse de los puestos laborales que regían la sociedad mientras que las mujeres, a su vez, eran limitadas a las instrucciones de los deberes y quehaceres del hogar y la familia como hijas, esposas y madres, trazando una línea de desigualdad social entre ambos sexos según las habilidades innatas adjudicadas a su género.

  La educación de la mujer fue un tema a tratar que Jane Austen tocó en sus novelas en varias ocasiones. En esta monografía analizaremos la educación de las personas durante el siglo XVIII y nos centraremos en cómo se reflejaba la situación educativa según los impuestos roles de género en la novela Orgullo y Prejuicio, y en Las Sombras de Longbourn escrita por Jo Baker, con el fin de analizar el porqué de las costumbres de la época con relación a las mujeres, teniendo en cuenta las diferentes corrientes de pensamientos relacionados, y la influencia del trabajo de Jane Austen en la representación de la mujer en la actualidad.


La educación de la mujer en el siglo XVIII.

   La educación durante el siglo XVIII se llevaba a cabo bajo la influencia de diversos discursos y corrientes que sostenían la subordinación femenina manteniendo un pensamiento específico sobre el papel de la mujer como instrumento secundario, manteniendo la imagen de que ésta solo debía cumplir el rol fundamental de madre, hija y esposa dentro de la familia, preservando el modelo de mujer “socialmente aceptable”, razón por la cual ellas solo podían recibir la instrucción correspondiente a su género, educándolas en modales, cualidades de comunicación social y aspectos relacionados a ambientes domésticos.

En el caso contrario, los hombres tenían la posibilidad de un futuro intelectualmente más desarrollado, ya que estos tenían acceso a una educación completa en institutos y la posibilidad de formarse profesionalmente en universidades. Todas estas profesiones tales como médicos, abogados, banqueros, entre otros, eran solamente ocupados por personas del género masculino, ya que para la sociedad de la época, estas profesiones solamente estaban destinadas y podían ser llevadas a cabo por hombres, como parte de la naturaleza, el cuál era considerado superior al femenino, que solo tenía la posibilidad de dedicarse en algunos casos, a ser parteras, maestras o institutrices, sin siquiera estas ser consideradas profesiones más allá de recibir una retribución salarial, puesto que se las consideraban actividades de simples etapas de crecimiento temporal dentro de la vida de una mujer.

Toda institución establecida que aceptaba “educar” mujeres, no tenía como objetivo formar profesionales ni intelectuales, sino expertas en aspectos domésticos teniendo en cuenta el ciclo que pasaban en su crecimiento y progreso (primero eran subordinadas a sus padres, y una vez casadas pasaban a ser subordinadas a su esposo) las posibilidades de adiestramiento de la mujer eran de por si limitadas, ya que se las dirigía a un tipo de vida que la encerraba en el entorno familiar, teniendo como pilares la sumisión, la bondad y la obediencia a otros.


La influencia de Rousseau y Mary Wollstonecraft en el campo educativo.

  El filósofo Jean-Jacques Rousseau, a lo largo de su carrera publicó diversos ensayos, entre los cuales se encuentra El Emilio, en el cual describe los procesos ideales de educación. Dentro del mismo, se encuentra un capítulo titulado Sofía, el cual contrasta la propuesta que el autor dedica a los hombres, la cual consistía en sostener que las personas pertenecientes al sexo masculino poseían una capacidad intelectual superior a las mujeres, por lo cual eran los únicos capaces de merecer una educación completa digna de la naturaleza de su género, exponiendo cuál era para él, el ideal pedagógico para las mujeres. El modelo que Rousseau aboga, se centra en la idea de que tanto hombres como mujeres, son biológicamente iguales, aunque sí plantea discrepancia en su racionalidad, sosteniendo por lo tanto, la necesidad de formarlos de una manera distinta a cada uno de ellos, para que ambos funcionen a su manera en un estado social, que serían los aspectos públicos y privados, siendo los hombres destinados al primero y las mujeres al segundo.

En el texto Dos propuestas de la ilustración para la educación de la mujer, García cita a Rousseau, quien escribió lo siguiente:

Uno debe ser activo y fuerte. El otro pasivo y débil: es totalmente necesario que uno quiera y pueda; basta que el otro se resista poco.

Establecido este principio, de él se sigue que la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre. (…) Si la mujer esta hecha para agradar y para ser sometida, debe hacerse agradable para el hombre en lugar de provocarle. (García. 2007)

En este fragmento, dejaba en claro sus ideas con respecto a las mujeres, reluciendo la inferioridad de estas y la necesidad de su sometimiento, otorgándoles un papel de pasividad y dependencia, que solo tenía como principal fin, acompañar y glorificar la imagen masculina, bajo una teoría de complementariedad donde la unión de ambos sexos permitía una conexión moral, donde otorgaba especial valor al concepto de virtud que entregaba de forma distinta para los dos: el hombre obtenía la virtud al alcanzar la ciudadanía y la mujer al convertirse en madre y esposa.

Francisco Fuster García, escribió al respecto: “La sociedad rousseauniana reposa sobre el concepto de virtud. El problema es que la virtud reviste significados radicalmente diferentes para cada género. El varón alcanza la virtud al ejercer la ciudadanía, mientras que la mujer pasa a ser virtuosa al ejercer las funciones de esposa y madre.” (García. 2007)

Así también, Rousseau trazaba la desigualdad entre ambos géneros al concederles a ambos razones distintas, relegando a la mujer a la maternidad y unión al marido, aunque en ocasiones haya contradicho su propio discurso en cuanto a la elección de las mujeres. Sin embargo esto, no supuso un impedimento a la hora de imponerse en la sociedad y el sistema educativo durante muchas décadas.

Por otro lado, Mary Wollstonecraft (1759-1797) filosofa e intelectual, pionera en el feminismo y la vindicación de la mujer, formó una relación de admiración y discordia con el pensamiento de Jean Jacques Rousseau.

Criada durante el proceso de formación ideológica del llamada “The proper lady”, concepto que consistía en el ideal social de mujer portadora de valores morales y privados, meramente doméstico, característico del comportamiento femenino basado en aspectos sentimentales y castos.

El suceso de la revolución francesa, supuso un cambio fundamental en la vida de Wollstonecraft, ya que esto significaba el comienzo de una etapa más libre para las personas, dejando de lado el ambiente doméstico y los lugares correspondientes a su género para adentrarse en la discusión política de la educación, cuestionando los tradicionales derechos que solo beneficiaban al género masculino. Su obra Vindicación de los derechos de la mujer, publicado en el año 1792, es considerada adelantada a su época y un texto fundamental no solo para el movimiento feminista, sino también para la construcción y orden social en cuanto a la igualdad de los géneros en ambientes laborales y educativos (más allá del sector público burgués al que iba dirigido en su momento).

Mary Wollstonecraft cuestionaba el pensamiento de Rousseau, alegando que la inferioridad de la mujer no se debía a la desigualdad racional, sino que era por el trato histórico que siempre había recibido por parte del hombre. En su texto, García la cita:

Si los hombres luchan por su libertad y se les permite juzgar su propia felicidad, ¿no resulta inconsistente e injusto que subyuguen a las mujeres, aunque crean firmemente que están actuando del modo mejor calculado para proporcionarles felicidad? ¿Quién hizo al hombre el juez exclusivo, si la mujer comparte con él el don de la razón?” (García. 2007)

Según la cita anterior, podemos leer como ella se oponía a estar de acuerdo con las ideas rousseaunianas acerca del sometimiento de la mujer, negando las irracionales tareas que el autor designaba para el género, oponiéndose no solo a él, sino también a la mayoría de los autores ilustrados, demostrando la capacidad racional e intelectual que poseían. Esto le sirvió a la autora para adentrarse en la educación de las mujeres, jugando por una formación que no las destine a un lugar concreto, teniendo libertad, oportunidades independientes y de elección individual. La lucha de Wollstonecraft y la discordia con las ideas de Rousseau, son dos corrientes ideológicas sumamente influyentes tanto en aspectos educativo como de otras índoles, y la práctica de tales ideas tienen repercusión incluso hoy día.


Las miradas de Jane Austen y Jo Baker.

  Tanto Jane Austen como Jo Baker, pertenecieron a dos siglos distintos. Por un lado la autora de Orgullo y Prejuicio nació en 1775 y si bien no pudo asistir a la universidad, debido a la organización social en cuanto a la formación de las mujeres, sus padres se encargaron de otorgarles tanto a ella como a sus hermanos, una educación completa, y un acceso amplio a la basta biblioteca que tenían en su hogar. Con el crecimiento y el desarrollo de sus ideas y pensamientos, albergó los cuestionamientos en cuanto a la educación que se les otorgaba a las mujeres, convirtiéndose en un tema de gran relevancia para ella.

Con relación a la imagen de Mary Wollstonecraft y la influencia de la misma en la sociedad (sobre todo en mujeres), Laura Campiglia, cita a Claudia L. Johnson, en el texto Jane Austen: Defensora de la educación femenina: “Sus obras (las de Austen) pueden analizarse como una adaptación literaria de la primera feminista, Mary Wollstonecraft, y sus teorías sobre la educación de la mujer.” (Johnson. 2012). Razón por la cual sus novelas tienen tintes feministas representados en sus personajes, durante una época donde los conflictos de la mujer con respecto a ciertos roles de género era una corriente nueva, Austen optó por presentar a la mujer como personas capaces de razonar, decidir y ser intelectualmente iguales a los hombres, dejando de lado el pensamiento rousseauniano, que decía que las mujeres eran inferiores debido a su naturaleza débil. Ella era una persona con una mentalidad dinámica, poseía una habilidad para las palabras y era consciente de su destreza para escribir, y fue mediante la literatura que plasmó sus ideas de una manera tan sutil como fulminante, ya que, si bien no hablaba directamente sobre la educación de la mujer y sus derechos, si lo transmitía en los temperamentos de sus personajes, así también en el dinamismo de los diálogos que presentaba. En una época donde el género femenino era inferiorizado en sus capacidades de aprendizaje, Jane Austen demostró mediante su obra que tales pensamientos estaban equivocados plasmando incluso la inteligencia natural de las mujeres que en algunos casos terminaban por educarse a ellas mismas en una época donde la sociedad se negaba a hacerlo, como es el caso de su heroína Elizabeth Bennet, sin mencionar todos aquellos personajes de mujeres en sus otras novelas como Catherine Norland o Elinor y Marianne de Sentido y Sensibilidad, siendo todas ellas jóvenes que en cierta medida no seguían ni cumplían con los estándares de educación que se esperaban en la época, sin ser ridiculizadas o mostradas desde un punto negativo.

Por otro lado, tenemos a Jo Baker, quien nació en el año 1973 y tuvo la oportunidad de licenciarse en literatura en la universidad de Oxford a la edad de 18 años, continuando sus estudios en la universidad de Queen´s. Publicó cinco novelas, y hoy en día se dedica de lleno a la literatura.

Desde la fecha de publicación de Orgullo y Prejuicio en 1813 a la de Las sombras de Longbourn en 2013, existen 200 años de distancia, en los cuales sucedieron muchos acontecimientos que aportaron a la liberación sociocultural de la mujer. Desde la obtención del voto femenino en gran parte del mundo, así también como las leyes del divorcio, el ingreso de mujeres en instituciones educativas y su participación en diversas profesiones, y otras tantas que también que son una muestra de los cambios que ocurrieron en cuanto a los tradicionales roles de género que tanto regían las conductas de las personas.

Las mujeres, actualmente ya no son relegadas a un mero puesto de la vida doméstica, ni preparadas para su “destino” como esposa y madre, y parte de esto fue también gracias al poder de los ideales presentado por Jane Austen quien también inspiró a diversas generaciones a despertar las curiosidades e inquietudes, de este modo, podemos tomar Las Sombras de Longbourn, como un ejemplo de la influencia de Jane Austen sobre Jo Baker, en cuanto a la representación de la razón de la mujer, sin embargo, esta autora dirigió su atención a un sector más bajo de la sociedad, por lo cual sus personajes no son juzgados con la misma vara que los creados por la autora original de la historia. Todas sus figuras principales pertenecen a un nivel social, económico y cultural más bajo que los de Orgullo y Prejuicio, razón por la cual en aquellos tiempos era más aceptable determinadas conductas y características, que siendo en un aspecto contrario, no podrían haber sido aceptados. Por un lado, y en cuanto a la educación de las mujeres, los personajes femeninos no contaban con una formación académica, ni Sarah ni Polly habían sido formadas bajo las ordenes del sistema educacional que se tenía en cuanto a la instrucción de las personas del género femenino. Siendo que apenas sabían leer y escribir bien, ellas tenían permitido ser ignorantes en cuanto a materias de comunicación social o modales, y tampoco tenían las mismas inhibiciones en cuanto asuntos físicos y de intimidad. Esto es justamente acerca de lo habló Jo Baker, en una entrevista que dio hace unos años a Culturamas, donde dijo lo siguiente:


P.- Tu historia también recoge relaciones turbulentas y románticas pero desde un punto de vista más rústico, pero no menos educado. ¿También había normas de estricto cumplimiento entre los criados?

Digamos que había expectativas de conducta, pero en ese nivel social había más libertad sexual, no era necesario llegar virgen al matrimonio, algo que sin duda hacía falto entre las clases más altas de la sociedad. Era aceptable que una sirvienta llegase embarazada al altar. Evidentemente había grados diversos de tolerancia en función del señor empleador y del definitivo nivel social del mismo. Entre esas más bajas también había una noción más fluida del matrimonio.” (Baker; 2013)

Es decir, que una gran diferencia que se traza con la novela de Jane Austen, en cuanto al comportamiento de los personajes femeninos y su educación, se marca a partir del sector al que éstas pertenecen. Mientras que las hermanas Bennet formaban parte de una clase media alta burguesa, Sarah y Polly eran huérfanas criadas sin formación recibida más allá de la lectura y la escritura obtenida por interés propio. Así mismo, su responsabilidad para con la opinión publica era menos rigurosa, debido a su desventaja social.

Más allá de las intenciones de cada escritora, el significado de las historias o la categorización de “novela romántica” que se le ha otorgado al texto literario de Austen, es innegable el hecho de que ambas estuvieron cruzadas e influenciadas por el entorno de sus autoras en cuanto a sus papeles como mujeres. La ideología de Jane puede ligarse a los pensamientos de la filósofa Mary Wollstonecraft, quien cuestionaba el pensamiento de Rousseau, alegando que la inferioridad de la mujer no se debía a la desigualdad racional, sino que era por el trato histórico que siempre había recibido por parte del hombre. En el texto Dos propuestas de la ilustración para la educación de la mujer., García la cita:


Si los hombres luchan por su libertad y se les permite juzgar su propia felicidad, ¿no resulta inconsistente e injusto que subyuguen a las mujeres, aunque crean firmemente que están actuando del modo mejor calculado para proporcionarles felicidad? ¿Quién hizo al hombre el juez exclusivo, si la mujer comparte con él el don de la razón?” (García. 2007)


Sin embargo, la característica influencia de Wollstonecraft sobre el pensamiento de Jane Austen, acerca de la liberación de la mujer, el aprendizaje y el uso de la razón repercutió directamente en las generaciones futuras como lo tuvo en el trabajo de Baker, quien al tomar una historia ya inventada que quiso reversionar, no es más que parte del desarrollo de una ideología transmitida de una mente a otra.

Teniendo también en cuenta el hecho de que Jane Austen venía de una familia que acostumbraba a rodearse de personas de la alta sociedad con modales rigurosos, era de esperar que mostrara especial interés en representar situaciones en dicho espacio, siendo el caso contrario de la escritora Jo Baker, quien a pesar de haber leído todas las novelas de Austen, prefirió centrarse en la mirada de los trabajadores, siendo ella misma descendiente de antiguos criados, quienes durante muchas generaciones se dedicaron a servir a grandes familias aristócratas, razón por la cual su mirada se vio enfocada desde un punto de vista distinto, tocando también la educación desde un lado diferente al de la historia original.


Los personajes femeninos en Orgullo y Prejuicio y Las sombras de Longbourn.



  Para analizar los personajes femeninos, tomaré dos de cada novela, y los desarrollaré paralelamente. Si bien todas las figuras de Orgullo y Prejuicio se encuentran en Las Sombras de Longbourn, en su mayoría descartaré la presencia en la obra de Baker.

Por un lado tenemos a Elizabeth Bennet y a Sarah. La primera es la heroína en la novela de Austen, y la segunda es heroína en la novela de Baker. Ambas representan la cara de una misma historia. Mientras Lizzy Bennet vive entre bailes y caballeros e intenta cumplir su tarea de contraer matrimonio, Sarah vive en la parte de abajo y trabaja para sobrevivir, todo lo que vemos a través de ella es la parte corriente, “humana” y sin glamour que no se muestran en la novela original, describiendo desde las prendas manchadas de menstruación, hasta las heces que debe juntar de las bellas hermanas.

En Orgullo y Prejuicio, Elizabeth se caracteriza por ser una mujer inteligente, graciosa, sarcástica, hábil en sus pensamientos, sensata en sus opiniones y con sentido del humor, ella es una mujer que contrasta con la figura ideal de su género en aquella época, convirtiéndose en un indicio de la liberación femenina. Incluso tenemos un ejemplo de su carácter en la novela, cuando mantiene una conversación acerca de los atributos femeninos que una joven debe poseer. En el libro dice:


-(Una joven) Debe poseer todo esto -Añadió Darcy-,Y a todo esto hay que añadirle algo más sustancial, la cultura adquirida a base de muchas lecturas.

Ya no me sorprende que usted conozca sólo a seis mujeres instruidas. Ahora me extraña más bien que conozca a alguna.

-¿Es usted tan severa con su propio sexo como para dudar que sea posible todo esto?

-Yo no he visto jamás una mujer así. No he visto jamás tal capacidad, y gusto, y aplicación y elegancia como las describe usted. (Austen; 2007).


En el fragmento recién citado se demuestra como Elizabeth se presenta en contra de los ideales que se esperan en una mujer, alegando que dichas expectativas no eran posibles en una persona, incluso si estas habían sido educadas de dicha manera. A Elizabeth le gusta la lectura y a pesar de no haber recibido instrucción de una institutriz, escogió formarse hasta cierto punto. Incluso ella misma lo dice:


-Entonces, ¿Quién les enseñaba? ¿Quién cuidaba de ustedes? Sin institutriz han debido de estar abandonadas.

-Creo que lo hemos estado, si se nos compara con algunas familias; pero a las que hemos querido aprender no nos han faltado nunca los medios. Siempre se nos animó a leer, y tuvimos todos los maestros que fueron necesarios. Las que optaban por ser ociosas, podían estarlo, desde luego.” (Austen; 2007)

 En este fragmento podemos leer que la educación de las Bennet, era similar a la de Jane Austen y sus hermanas, donde los padres habían actuado al abrirles una libertad intelectual, aunque en el caso del matrimonio Bennet, fuese más bien por falta de interés (recordemos que el único objetivo de la madre era que sus hijas se unan en matrimonio, mientras que el padre huía de todos al refugiarse en su estudio). Esas mismas características mencionadas son justamente lo que hace destacar a Lizzy por encima de las demás, quienes son juzgadas por su falta de inteligencia. Sin embargo, y a pesar de su consciencia con respecto a la figura de la mujer, ella al igual que el resto de los personajes pertenecientes al género femenino en la novela, sabe que debe casarse con un caballero para así lograr sobrevivir, así también como la relevancia que tiene el dinero, manteniéndose en cierto punto de los parámetros para los que se enseñaban a las mujeres. El papel de Elizabeth Bennet dentro de la literatura, puede tomarse como un indicio a los comienzos de la liberación femenina como individuo social, ya que gozaba de matices de individualización intelectual y la toma de decisiones para la vida, como podemos leerlo en los capítulos donde rechaza propuestas de matrimonio, actitudes que contrarían a lo esperado de su género.



Durante la misma línea temporal en la que transcurre Orgullo y Prejuicio, se desarrolla la historia vista desde la perspectiva de la servidumbre, lugar en el que el lector llega a conocer a Sarah.

Como ya he mencionado, ella es una de las criadas de la familia Bennet, poco y nada sabemos de su educación, a excepción de que sabía leer y gustaba de las lecturas que las dos mayores de las hermanas Bennet compartían con ella. A pesar de su falta de contacto con cualquier tipo de formación, se presenta como una mujer inteligente y con opinión propia, que solo es capaz de demostrar con personas del mismo rango inferior que ella; las características y la profundidad de este personaje, nos permiten observar cómo sería el papel completo de la mujer como persona si tuviera la opción de gozar de las mismas oportunidades que sus hermanos varones (sin tener en cuenta su grado de pobreza y su situación de huérfana). Su autora, Jo Baker, habló acerca de la creación de dicho personaje y su personalidad: Lo que buscaba era crear un personaje que fuese activo, dinámico y a quien le interesara el mundo.(Baker; 2013) Como menciona en la frase recién citada, Sarah se caracteriza por ser una persona activa y con intereses de ver el mundo, razón por la cual a lo largo del desarrollo de la novela, podemos seguirla llenando su mente de inquietudes en cuanto a las cuestiones que la rodean y la vida que lleva como criada, preguntándose incluso en varias ocasiones cómo sería la vida si no se dedicase al servicio y cómo se vería el mundo más allá de lo que conoce.


  Entre tantas diferencias que separan a estas dos mujeres, como sus situaciones socio económicas, la educación recibida, los modales enseñados o la relación con los familiares, hay una que las separa no solo a ellas, sino también a ambas novelas en general, la magnitud con la que se describen sus sentimientos, pensamiento e inquietudes. Mientras que por el lado de Jane Austen, las mujeres se caracterizan por tomar ellas mismas las decisiones de su vida, como Elizabeth al rechazar al señor Collins y luego casarse con Darcy, o incluso Lydia al escaparse con el señor Wickham, esta serie de decisiones tomadas terminaban siendo dirigidas hacia el matrimonio, lugar al cual iba dirigida la educación de las mujeres como propósito principal bajo el cual desarrollarían sus cualidades, sin embargo, por el lado de Jo Baker, estos aspectos se desarrollan de una manera distinta. Si en el final de Orgullo y Prejuicio la pareja principal termina unida bajo el matrimonio que se esperaba de una joven mujer en aquel tiempo, Las sombras de Longbourn se encarga de desarrollar un poco la vida Elizabeth luego de su unión con el señor Darcy, donde se nos muestra una faceta desconocida de Lizzy, quien parece esforzarse en contra de sus principios, por cumplir perfectamente con aquello que se espera de ella, como una mujer casada y señora de hogar, razones que la llevan a sentirse triste y solitaria, teniendo la compañía de Sarah como criada personal para no sentirse tan lejos del entorno donde solía vivir antes del matrimonio. Es aquí donde el personaje de Sarah decide abandonar su trabajo para ir en busca de aquello que desea tomando las riendas de su vida. Poder de decisión que más allá de su posición, igualmente no era propios de una mujer.

 De esta misma manera dentro de ambas novelas existen dos personajes con más similitudes que diferencias, y esos son Polly y Mary Bennet.

Mientras que personajes como Jane, Lydia y Kitty se centraban en su inclusión social y la vida en los bailes, Mary brillaba por su rareza. Siendo la hija del medio en el matrimonio Bennet, el lector puede reconocerla por su actitud y aires intelectuales de los cuales le gustaba presumir, resultando por momento un poco pedante. Aunque en dichas diferencias con sus hermanas, no se la distingue cuando se tratan de asuntos de conversación, teniendo en cuenta el hecho de que dicho acto funciona dentro de las novelas de Austen, como un complejo de roles, donde existen una serie de normas sobre lo que está permitido o no decir, el cómo decirlo y el quién lo dice, es justamente este aspecto donde Mary es juzgada, siendo incluida en la falta de decoro de la familia.

Si Jane es la que recibe mayor atención debido a su belleza, Mary es la hermana marginal del grupo. Odia los bailes, toca el piano y disfruta leer libros. Si bien podría ser una simple jovencita más que cumple las normas impuestas a su género, a Mary se la describe como una pésima pianista y una joven sin interés de participar en eventos sociales, fallando en todo aquello para lo que se formaba a una mujer. Si al leer la novela, el lector intuye que Mary es la hermana que terminará sola y sin marido, la misma llama la atención por sus distintivas características. Después de todo, tanto en la literatura como en la vida contemporánea es común toparse con una adolescente poco sociable y un tanto renegada, pero esto si se destaca en una obra con más de 200 años, y la misma Jo Baker decidió trabajar en parte el desarrollo del personaje de esta joven, brindándole atención no solo a sus inquietudes sentimentales, debido a que al final de la novela se expone en menor medida sus intenciones de estudiar y aprender, ya que ni ella ni sus hermanas habían recibido compañía de una institutriz, la joven había sido una de las hijas que había optado por el estudio, instruyéndose en los temas de su interés, prácticamente por cuenta propia. Recordemos que todo lo que los jóvenes aprendían tenían como objetivo el formarlas para desarrollarse en aspectos domésticos, ella no tenía interés en aquello, aspecto que podríamos también interpretar como otra de las posibles inquietudes que se muestra en la historia en cuanto a los deseos de las mujeres y porqué del tener que cumplir con las normas estipuladas, de lo contrario ¿Por qué estudiaba o leía tanto por su cuenta? Lo que Mary quería era obtener conocimiento de forma independiente a los objetivos que se tenían para las personas de su género, ella iba más allá de lo que se le requería como mujer. En Las sombras de Longbourn, dice:


A Polly, sin embargo, no le interesaba ninguno de ellos; no quería saber nada ni de los hombres, ni del amor, ni de todas aquellas estupideces. Iba a ser maestra, le dijo a Mary, que batió palmas alborozada y le ofreció su ayuda ¡Francés! ¡Geometría! Tengo todos los libros ¿Quieres que estudiemos Latín juntas?” (Baker; 2013)


Por otro lado, y no muy lejos de Mary, se encuentra Polly, que trabajaba como servidumbre de la familia.

Polly, (quien en realidad también se llamaba Mary, pero fue obligada a adoptar otro nombre debido a que no podía llamarse de la misma manera que una de las hijas de sus patrones, personas con una posición social mucho más elevada que ella), comienza como una niña de doce años, que trabajaba en lugar de gozar de los privilegios de otras de jovencitas de su edad.

El avance y la magnitud de este personaje es sumamente importante dentro de los roles de género que planteo en esta monografía. Mientras el resto de los individuos dentro de la novela, eligen una vida matrimonial y asuntos del corazón, Polly decide descartar estas ideas, cumpliendo su meta de convertirse en maestra siendo una mujer con sueldo propio y sin familia a la cuál atender. Ella rompe con el rol de la niña que es preparada para el matrimonio y la maternidad, centrándose en su independencia como mujer. Al final de Las sombras de Longbourn, dice:


Años más tarde, Polly enseñaría aquellas materias a niños de campo que la mirarían boquiabiertos cuando se sentasen ordenadamente en la escuela con sus pizarras y sus tizas. La escuela había sido fundada por el señor Long, que resultó ser un defensor de la idea moderna de que los niños deben recibir educación cinco días a la semana y no solo los domingos, y Polly fue la primera —y durante mucho tiempo la única— maestra allí. Entonces ya había recuperado su nombre de pila y se había convertido en la respetada, y hasta cierto punto temida, señorita Mary.” (Baker; 2013)


Polly, según su autora, era un personaje peligrosamente inocente en cuanto al trato con los demás, lo cual podemos verlo también en su evolución como mujer y las decisiones que terminó por establecer en su vida.

De esta forma, ambas autoras representaron la educación de la mujer en aquel siglo, Austen lo hizo por medio de determinados diálogos, tan sutiles como inteligentes en un personaje que desafiaba los estándares contemporáneos del siglo XVIII, que si bien no terminó por descorrerse completamente sobre aquello que se consideraba “ideal” en una mujer, si aportó en gran medida a la nueva manera de mostrar a las mujeres en el mundo, en cuanto a capacidades e intelectualidad, desafiando las imposiciones y responsabilidades que se depositaban sobre los hombros de las mujeres al ser educadas, mientras que Baker optó por representar la liberación de la mujer de una manera más directa y libre en cuanto a las inquietudes, descorriéndose incluso de lo educativo.



  Las sombras de Longbourn sirve como un perfecto complemento de la novela de Austen, especialmente si uno como lector está abierto al análisis. Mientras que Orgullo y Prejuicio representa la relación entre el amor, el dinero y la educación de las mujeres como sujetos sociales y sus fines a cumplir, contando con un grupo versátil de personajes femeninos que poseen distintos temperamentos y personalidades a través de los cuales éstas toman acción en sus vidas. Es importante reconocer el hecho de que luego de más de docientos años de su publicación, el personaje de Elizabeth Bennet sigue inspirando en cuanto a la acción de la mujer con relación a su entorno, sirviendo como un ejemplo de actitud e inteligencia para las personas de su género, siendo lo que más impacto causa, la importancia de los saberes y conocimientos que por medio de ella y otros personajes se representa, mostrando al mundo a una joven despierta, dispuesta a aprender, a expresar lo que piensa cuestionando aquello con lo que no se siente cómoda, en tiempos donde las mujeres eran consideradas intelectualmente inferiores a los hombres, debido a su naturaleza femenina. Esta historia tan conocida y reproducida tuvo como hija a la novela de Jo Baker, quien tomó así ideas a desarrollar que sirven también para aclarar las críticas y la actitud de Jane Austen con respecto a los papeles otorgados a las personas dentro de la sociedad, siendo esta una de las razones por las cuales Orgullo y Prejuicio sigue estando tan vigente sin perder su popularidad en nuestros tiempos, porque más allá de la “emblemática” historia romántica, uno de sus mayores atractivos es el de la representación de la educación y los modales otorgados a las personas durante en siglo XVIII, lo cual hace incluso cuestionarnos qué tanto se ha roto esa barrera en cuento a la educación de hombres y mujeres en la sociedad actual y cuánto nos queda por progresar a una igualad completa.




Bibliografía utilizada.


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